En la edición de Julio-Agosto de 1981 apareció en la
legendaria revista Le Temps Moderne dirigida por Jean Paul Sartre y
Simone de Beauvoir un número íntegramente dedicado a la Argentina titulado Argentine: entre populisme et militarisme.
Con tal solo mirar el título de ese número no es difícil que la idea
monográfica estuvo a cargo de escritor e intelectual David Viñas, exiliado por
entonces en la capital francesa.
Al igual que en los años de Contorno, Viñas
explotó los recursos del seudónimo para insertar artículos, comentarios, y
notas suyas bajo el nombre de Antonio J. Cairo. Escritores e intelectuales como
León Rozitchner, Juan José Saer, Beatriz Sarlo, Osvaldo Bayer, y Noé Jitrik,
se ocuparon de temas no solo literarios, sino también sobre exilio y
psicoanálisis, militarismo y religión, peronismo y cultura obrera. Uno de los
textos breves más sorprendentes de los que escribió Viñas para ese dossier fue
sin dudas el poco conocido - y hasta donde sé no reproducido en ninguna de las
antologías posteriores que Viñas editara sobre cultura y literatura en América
Latina - sobre Ernesto Che Guevara.
Titulado "Che Guevara: ese argentino
heterodoxo", esta nota se instala en una serie de textos, como la
reescritura a lo largo de los años de Literatura y
Realidad Política hasta el ensayo sobre las hipótesis de trabajo sobre un
teatro latinoamericano, en los cuales Viñas analiza críticamente la figura del
guerrillero cercado en Bolivia. En este texto Viñas no solo da cuenta del "fracaso"
del guevarismo, sino que también esboza un biografema de su encuentro con el
propio Che durante una de sus visitas a Cuba, a quien describe, en términos
intelectuales, como cruce entre un surrealista y un sartreano, entre un
descubridor militar a la manera de Díaz del Castillo y un rufián italiano en la
estirpe de soliti ignoti. Esta reconstrucción del personaje vendría a ocupar una larga de lista de semblanzas de Guevara que ya podemos pensarla como una antología de un personaje épico de la saga guerrillero latinoamericana. Por su breve extensión, recupero a continuación
el texto en su integridad.
"Cuando llegué al Caribe por primera vez, en
1958, el vocativo "Che" designada a los rufianes argentinos que
traficaban en las costas venezolanas y colombianas. Compatriotas un tanto
insignificante y taciturnos. Un año mas tarde, la misma apelación me
reconciliaba con mi origen argentino. En 1960, conocí a Guevara, hablamos de
Cuba, de Argentina, del tango, de un libro de Omar Viole titulado Cabalgando en su silbido, de los negros,
de la Reforma Universitaria, de Deodoro Roca, de Córdoba, y de la ausencia de
puntualidad. Si debiera sinterizar lo que sentí entonces, llegaría a decir que
"tenía algo de un surrealista espontaneo devenido en sartreano". Percibía, detrás de las entonaciones trágicas y contenidas, las huellas del
joven seductor de buena familia a la que había pertenecido.
Alguien dijo un día: "Si en la Antigüedad, la tragedia se representaba
bajo la mirada de los dioses, la tragedia moderna, en cambio, se manifiesta en
la proximidad de la muerte".
Por cierto, si leo y releo el Diario del Che en Bolivia, tengo la impresión de
encontrarme freten a una vertiginosa mezcla de Bernal Díaz del Castillo y
de "I soliti ingoti". Las razones de lo que se ha llamado "el
fracaso", al menos habría que buscarlas en una elección errónea con la
realidad concreta boliviana y hasta en una serie de incertidumbres ocultadas
por un sentimiento de omnipotencia.
En ese sentido, la oscilación que fue de la exaltación ciega, aun grosera, del
Che por sus "éxitos" a su "condenación" por los
acontecimientos de la última etapa, es absolutamente indecente y desalentadora.
No responde más que a las leyes del mercado. Pero en los años 60, era imposible
salvar la imagen del Che de ese espacio gigantes y abrumador.
Ahora, más allá de la anécdota y de los orfeones, de los pastiches y de las
efemérides, de las sórdidas insipideces o de los fervores demasiados fáciles,
quiero rendir homenaje a un hombre nacido y formado en una Argentina que lo
incomodaba. Y deseo recordar aquí una reflexión de lo mismo Guevara: "Si
el comunismo ignora los hechos de la conciencia, bien podrá ser un método de
repartición pero nunca una moral revolucionaria".
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Gerardo Muñoz
Enero del 2013
Princeton, NJ.